En el corazón del Valle del Cauca, donde la tierra parece susurrar historias de esfuerzo y dedicación, se encuentra la Finca Churimal. Un lugar que no solo cultiva caña de azúcar, sino que también siembra valores, tradición y un profundo respeto por la tierra.

Con más de 27 años de experiencia en el cultivo de caña, esta familia de agricultores ha demostrado que la agricultura no es solo un negocio, sino un estilo de vida que se lleva en la sangre.
Conversamos con María Clara Mejía, una de las representantes de la finca, quien, junto a sus dos hermanas Beatriz Mejía Arango y Julia Clemencia Mejía Arango y sus respectivos esposos, han llevado adelante el legado que sus padres les dejaron. Una historia que comenzó con el cultivo de maíz, soya, sorgo y algodón que, tras enfrentar una crisis en los años 80, dio un giro hacia la caña de azúcar. “Mi papá siempre fue un agricultor de corazón. Cuando la soya y el algodón se enfrentaron con la apertura económica, decidimos asociarnos con RíoPaila y desde entonces venimos desarrollando el cultivo de caña de azúcar”, relata María Clara con una mezcla de nostalgia y orgullo.
Integra: Un compromiso con la sostenibilidad que rinde frutos
En 2017, la Finca Churimal dio un paso importante al unirse al programa Integra, una iniciativa de Procaña que promueve prácticas agrícolas sostenibles. “Nos invitaron a ser parte de este proyecto, que en ese entonces se llamaba Proyecto Fénix. Empezamos a realizar cambios y a recibir recomendaciones para tener un cultivo más sostenible”, recuerda María Clara. Aunque el camino es exigente, los resultados han sido más que alentadores.
Uno de los desafíos más grandes fue crear conciencia entre los empleados. “Antes encontrábamos desechos contaminantes (residuos plásticos) abandonados en el campo. Hoy, gracias a la educación y a los incentivos que hemos implementado internamente, eso ya es asunto del pasado”, explica la agricultora.
La finca ha establecido un sistema de premiación trimestral entre sus colaboradores que no solo reconoce la productividad, sino también el cuidado del medio ambiente y la seguridad en el trabajo. “Es importante que ellos se sientan parte de algo más grande, y que entiendan que su trabajo no solo beneficia a la finca, sino también a la comunidad y al planeta”.
Productividad que habla por sí sola
La implementación de estas prácticas sostenibles no solo ha tenido un impacto positivo en el medio ambiente, sino también en la productividad de la finca. A pesar de los desafíos climáticos, Churimal ha logrado mantener un rendimiento promedio de entre 110 y 140 toneladas de caña por hectárea. “Hemos mejorado nuestro sistema de riego, reduciendo el tiempo de riego de 40 a 22 días. Esto nos ha permitido optimizar el uso del agua y ser más eficientes”. Resalta
Además, han adoptado tecnologías como un software de costos que les permite monitorear y optimizar sus gastos en tiempo real. “Esto nos ha ayudado a ser más eficientes y a identificar áreas de mejora”, explica.
Para la familia, la relación costo-beneficio de estas inversiones es clara: “Sabemos que estos esfuerzos no solo cuidan el medio ambiente, sino que también aseguran el futuro de nuestra finca”.
El recurso humano: El corazón de Churimal
En la finca Churimal, los trabajadores no solo son empleados, son parte de la familia. Con un equipo de aproximadamente diez personas fijas, la familia ha implementado medidas para garantizar su bienestar y seguridad. “Hemos sido muy cuidadosos con el manejo del personal. Implementamos un sistema de premiación trimestral que reconoce no solo la productividad, sino también el cuidado del medio ambiente y la seguridad”, señala María Clara.
Además, organizan almuerzos trimestrales con sus trabajadores, una iniciativa que fortalece los lazos y fomenta un ambiente de trabajo colaborativo. “Para nosotros es fundamental mantener un equipo estable y comprometido. Sabemos que el recurso humano es clave para el éxito de nuestra finca en estos tiempos, donde las personas no desean trabajar en el campo y mucho menos los jóvenes”, agrega.
Un legado que trasciende generaciones
La pasión por el campo no es algo que se aprenda, se lleva en la sangre. Y en la familia Mejía Arango, esa pasión es más que evidente. “Desde que nacimos, estamos en este medio. Mis padres fueron agricultores toda su vida, y cuando ellos nos delegaron el manejo de Churimal, nosotras tomamos el rumbo y aquí vamos, con el mismo amor y dedicación que nos enseñaron”, comenta María Clara. Pero lo más emocionante es ver cómo la nueva generación está dispuesta a continuar con este legado. “Tenemos cinco hijos entre las tres hermanas, y aunque cada uno está terminando sus estudios o empezando su vida laboral, todos han expresado su deseo de involucrarse en Churimal en algún momento”.
Un mensaje para las nuevas generaciones
María Clara no duda en enviar un mensaje a los jóvenes que hoy miran el campo con desinterés. “El campo es el futuro. Invitamos a los jóvenes a que vengan, a que se involucren. Aquí hay oportunidades, aquí hay vida. Y lo más importante, aquí hay un legado que vale la pena preservar”.
La finca Churimal es más que un cultivo de caña de azúcar. Es un ejemplo de cómo la dedicación, la innovación y el compromiso con la sostenibilidad pueden transformar no solo una finca, sino también una comunidad. Con su participación en el programa Integra y su pertenencia a Procaña, esta familia sigue escribiendo una historia que, sin duda, inspirará a muchas más generaciones.
