La Alianza ALDEAS impulsa las huertas familiares como un proceso educativo y de acompañamiento en los territorios reconociendo como rol central la familia, quien fortalece sus capacidades y relaciones de confianza a través de procesos de formación, acceso a insumos y trabajo conjunto. Además, ofrece ayuda humanitaria a las comunidades afectadas.
Mientras cae la tarde y el calor intenso se disipa en la vereda El Remolino del municipio de Florida, Valle, Manuel y su esposa Dabeiba, cuentan el dinero que tienen guardado gracias a los ahorros que han hecho desde que tienen la huerta, ya que esta les ha permitido cosechar para dejar de comprar. Además, Manuel hace énfasis en que, con el sistema de riego que han implementado, han podido ahorrar más, pues consumen menos agua y tiempo en el riego de las plantas.
Poniéndose sobre sus pies y dirigiéndose hacia la huerta para abrir la llave que le da permiso al agua transitar por el sistema de riego, Manuel nos explica cómo empezó esta extraordinaria aventura algunos meses atrás, la cual le ha permitido disminuir la carga y horas de trabajo en su huerta.
Mire, esto fue todo un reto —dice mientras suelta una agradable carcajada. Todo comenzó cuando a Dana (su hija), le entregaron un kit de regado; cogimos papel y lápiz y empezamos a hacer el diseño. Cuando creímos tenerlo listo, lo pasamos a la realidad.
Ahí fue el gran reto para él y su hija, aunque ya tenía idea de cómo hacerlo, porque toda su vida ha estado inmerso en el mundo de la agricultura, no dejó de ser un desafío. La primera vez se les dañó la tubería y luego, cuando ya tenían todo armado, el agua no llegaba con suficiente fuerza a todos los aspersores.
Tuve que hacerlo al menos unas tres veces. Pero no me importó, yo sabía la mejora que iba a tener con este sistema de riego.
“En el mismo sistema de riego, implementé tres técnicas: por microaspersor, que es el que más utilizamos, para regar las plantas de la huerta; por aspersor, para las plantas más grandes, como el plátano, banano, limón Tahití; y por nebulización para las plantas que recién están germinando”.
Para esta familia, implementar este sistema ha sido gratificante, ya que les ha permitido optimizar mucho tiempo, pues antes tenían que pasarse toda la tarde regando la huerta y estando muy pendientes de que el agua llegara a todos los rincones de Mundo Verde, su huerta.
Mientras pasea por ella, revisando cada una de sus plantas, recuerda con agrado las veces que ha asistido a las Escuelas de Campo de Aldeas:
“Me gusta mucho asistir a las capacitaciones de Aldeas, ahí he fortalecido mis conocimientos técnicos, cosas que antes no conocía o no hacía, porque no le veía importancia. Y definitivamente uno empieza a aplicar lo que aprende y vea, vea cómo tengo mi huerta de bonita”.
“Además, es muy agradable aprender entre todos, por ejemplo, mis vecinos comparten cómo hacen las cosas y yo también, les puedo contar otras cosas que he aprendido”.
Con las Escuelas de Campo, esta familia ha tenido mejoras importantes, por ejemplo; cuando ellos decidieron implementar la huerta, el espacio que tenían disponible estaba lleno de escombros y basura, que hacían que la tierra estuviera enferma y poco fértil, con los conocimientos que han adquirido han podido aportar los minerales necesarios para el correcto desarrollo de los cultivos y tener un suelo más productivo.
En Mundo Verde hay cultivo de habichuela, pepino, jalapeño, cilantro, ají, cebolla, pimentón, albahaca, tomillo, tomate, frijol, anís y orégano. También tienen plantas de plátano, banano, yuca y árbol de guayaba arazá y limón Tahití.
A la gente le gusta venir a ver mi huerta y se quedan aterrados de ver como en un espacio pequeño, tengo tantas cosas. Además, los vecinos, como saben que en la casa se cultiva, entonces vienen a comprarnos lo que necesitan para el almuerzo.
La primera cosecha de cada mes es para el consumo propio, toman las verduras de la huerta, las lavan, pelan y congelan para los almuerzos de los próximos días, y las cosechas siguientes son para la venta. Manuel con orgullo cuenta que toda su familia está involucrada en el proceso:
Dana y yo nos encargamos de las labores agrícolas, mi esposa de las finanzas y mis hijas y nieta de las ventas.
Mi hija Dana y mi nieta sacan una mesa al frente de la casa y ponen venta de habichuela, tomate, cilantro, lo que haya en la cosecha; los vecinos vienen y compran mil pesos o dos mil pesos, o también por unidad. Si no venden todo lo que sacan, mi nieta se va en la bicicleta y llega con todo vendido.
Y mi otra hija, publica en redes sociales o en los estados de WhatsApp, lo hay que para vender.
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