Por Freddy Fernando Garcés, Ingeniero Agrónomo, Ph.D.

Director General de Cenicaña

Desde hace aproximadamente una década, el término Industria 4.0 se tomó distintos escenarios a escala mundial y, es probable que permanezca allí por un tiempo más.

Y aunque a veces los retos generan incertidumbre, vale la pena reflexionar sobre el camino recorrido por el país en esa dirección para mirar con esperanza el futuro. Pero, sobre todo, es importante reconocer que buena parte de ese futuro se construye desde las regiones.

Y no es necesario cruzar fronteras – ni siquiera locales – para hallar una muestra de esa Industria 4.0 que, dicho sea de paso, se concatena con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una de las hojas de ruta que hoy rigen en el planeta.

Vista la Industria 4.0 como una organización de los procesos de producción basados en dispositivos que se comunican entre sí de forma autónoma, con una gran cantidad de datos (Big data) y una capacidad de análisis para la toma de decisiones, generando un cambio de la fábrica común a la anhelada fábrica inteligente, es importante resaltar el avance de la agroindustria colombiana de la caña con su Red de internet de las cosas (IoT), que le permite conectar diversos sensores a internet y así obtener, procesar y visualizar datos y tomar decisiones de manejo agrícola. 

Gracias a la cobertura que hoy ofrece dicha red (85%) y a través de sensores que miden la cantidad de agua retenida en el suelo, se puede enviar en tiempo real esta información a la nube permitiendo la programación oportuna y efectiva de las labores de riego. 

El propósito de estos desarrollos y avances es el mejoramiento de las prácticas agrícolas cada vez más sostenibles y procesos industriales con menor huella de C permitiendo, a ingenios y agricultores, fortalecer sus resultados productivos, mitigar el impacto ambiental, y a su vez aportar al desarrollo económico y social de la región. Pero esto es solo un ejemplo.  

Si vamos más allá, hacia las tecnologías convergentes (como la nanotecnología, la biotecnología, las tecnologías de la información y la ciencia cognitiva, que marcan el origen de la Industria 4.0), nuestra región tiene más para mostrar. En 2020 dimos un paso gigante con la reconstrucción del genoma de la variedad de caña de azúcar más cultivada en la región, conociendo los genes que definen la caña en nuestro sector. Se trata de un avance científico que ubica al país al nivel de sus pares de Brasil, China, Estados Unidos, la Unión Europea y Tailandia, grandes jugadores del mercado del azúcar a escala mundial.

En ese mismo sentido, es importante dedicar unas líneas a la alianza OMICAS del programa Colombia Científica que, si bien articula a diferentes entidades nacionales e internacionales, es liderada desde la región para buscar soluciones que contribuyan a garantizar el acceso de todos -y en todo momento- al alimento y a que la producción agrícola sea menos contaminante.

Estas experiencias y otras más que se impulsan desde las universidades y centros de investigación asentados en la región – y con talento local- deben servir de reflexión sobre la CTeI que hoy se hace desde la ‘provincia’ y que nos permiten soñar con una sociedad del conocimiento para la próxima generación, como lo proclamó la Misión de Sabios.

Pero ésta no es solo una invitación para sentirnos orgullosos como región, sino para reflexionar sobre la importancia de unir capacidades y experiencias.  Estos logros solo son posibles con una unión sólida y desprovista de egos y vanidades institucionales entre la Universidad, la Empresa y el Estado. En estos pilares se soporta esa revolución industrial que hoy más que nunca está obligada a ofrecer resultados que impulsen el progreso y la sostenibilidad del país.

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