Por: Alicia Calle e Ingrid Muriel.
Responsable: Mauricio Castro Schmitz, director Agricultura Regenerativa, TNC América Latina.
La industria azucarera colombiana ha logrado importantes avances que la posicionan como una de las más productivas a nivel mundial. Colombia es ejemplo de cómo productores de caña e ingenios azucareros, trabajando conjuntamente a través de Cenicaña, pueden generar progreso mediante la investigación y la innovación.
En el contexto actual de crisis climática los modelos productivos que degradan los recursos naturales serán cada vez más cuestionados por las regulaciones del mercado y por las preferencias cambiantes de los consumidores. Los productores, entonces, enfrentan un nuevo desafío: adaptarse a un clima impredecible y simultáneamente satisfacer la demanda por productos más sostenibles.
Afortunadamente, muchos productores entienden que el futuro de su negocio depende del cuidado de su capital natural, lo que los lleva a experimentar con prácticas más alineadas con los pilares de sostenibilidad ambiental.
En el valle geográfico del río Cauca ya se cuenta con muchas experiencias tanto de productores como de industriales de la caña de azúcar, que han aplicado los principios agroecológicos con impactos positivos sobre los recursos naturales, productividad y rentabilidad (Calle et al., 2022).
El proyecto ResCA en El Salvador aplicó muchos de esos aprendizajes, trabajando con organizaciones sociales, ingenios, productores y técnicos para fomentar la conservación de los recursos naturales, la restauración del suelo y el uso eficiente de insumos externos.
Existen diversas prácticas promisorias para el cultivo de la caña, como integración de abonos verdes, manejo integrado de plagas, integración de franjas de vegetación, uso de abonos orgánicos y compost, eliminación de la quema, disminución de productos de síntesis química, etc. Fundamentadas en la ciencia y respaldadas por estudios rigurosos, estas prácticas han demostrado su capacidad para fortalecer la salud del ecosistema y ayudarlo a resistir condiciones extremas, por lo que son prácticas de adaptación que contribuyen a aumentar la resiliencia del sistema de producción.
Si bien en Colombia algunas de estas prácticas han sido asimiladas, otras enfrentan mayor resistencia. Por supuesto, esta transición es compleja pues requiere de un cambio cultural y una visión de largo plazo. Por ello, la integración de nuevas generaciones de productores, a menudo más abiertos al cambio y conscientes de la crisis climática, es un factor esencial. La investigación y la creatividad también son claves para facilitar la adopción de prácticas no tradicionales. Además, la transición requiere estrategias novedosas para apalancar recursos que permitan financiarlas.
En ese último sentido, algunas prácticas innovadoras podrían generar nuevas oportunidades económicas a través del almacenamiento de carbono estable en los suelos. La caña de azúcar es una gramínea perenne de gran capacidad fotosintética cuyo rápido crecimiento se basa en la transformación eficiente de energía solar y CO2 en biomasa.
Parte de ese carbono regresa a la atmósfera durante la cosecha y procesamiento, sumándose a las emisiones generadas por algunas prácticas convencionales. La adopción de prácticas de campo que fomenten la acumulación de materia orgánica en suelos saludables y que disminuyan emisiones podría hacer del cultivo de caña un significativo sumidero de carbono.
Es urgente dilucidar el potencial de secuestro de carbono en la caña de azúcar cultivada con prácticas sostenibles, pues su escalamiento podría contribuir simultáneamente a reducir emisiones y aumentar la captura de carbono estable en el suelo, generando oportunidades para la obtención de créditos de carbono.
Estos ingresos, que a nivel individual no serían significativos, podrían canalizarse por medio del fondo social y ambiental del sector, fortaleciendo iniciativas exitosas como el proyecto Caña Biodiversa, el programa Integra y otras inversiones en sistemas productivos sostenibles en la parte media y alta de las cuencas que favorezcan la cobertura, la retención y regulación hídrica, y estimulen la biodiversidad de fauna y flora tan importante para la región.
El programa Integra que da acompañamiento técnico a los productores en su transición hacia la producción sostenible ha apoyado a más de 200 productores en 40.000 hectáreas. El proyecto Caña Biodiversa ha conservado y restaurado 18 km de corredores ribereños en 26 predios productivos. Ambos programas podrían tener un impacto mayor si se garantiza su sostenibilidad financiera en el tiempo.
The Nature Conservancy trabaja por la transformación hacia modelos de producción sostenible que contribuyan a mejorar la productividad protegiendo la naturaleza. Nuestro proyecto Paisajes Futuros que busca fortalecer la resiliencia climática del agro tiene a la caña de azúcar como uno de los sectores priorizados. Nuestra invitación es a trabajar con los productores y la industria en busca de ese objetivo común.