Por: Carlos Augusto Chacón, Director ejecutivo del Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga

Si hay dos atributos que destacan de los colombianos, son la tenacidad y la resiliencia. Este país ha sobrevivido al narcotráfico, al conflicto interno, a la pandemia de COVID-19, a las protestas violentas del paro nacional y a otros eventos devastadores que han afectado la seguridad, la economía y la vida diaria. En medio de la tormenta, los colombianos han mostrado su coraje. Esta vez no será diferente.

Ante la incertidumbre por las decisiones políticas y medidas administrativas del Gobierno, sus escándalos de corrupción, el impacto en la economía, el aumento de la inseguridad y el ataque a las instituciones democráticas, es momento de que la sociedad civil y el sector privado se unan para tomar acción y liderar una agenda política y programática para recuperar y mejorar el país. Lograrlo requiere posicionar en la opinión pública un relato que permita superar la percepción y el imaginario respecto a quiénes son, qué hacen y cuáles son sus aportes a la sociedad.

El rol del empresario y del sector privado

Los empresarios no solo generan empleos y pagan impuestos. Esta visión estereotipada invisibiliza su aporte a la creación de valor social y económico, al crecimiento económico y a la superación de la pobreza. Para generar riqueza, los empresarios resuelven problemas y satisfacen necesidades de los consumidores, usando la información que estos envían mediante el sistema de precios.

Cuando se habla del tejido empresarial colombiano, se debe reconocer que mayoritariamente se trata de microempresas y trabajadores informales. Según cifras de Confecámaras, las microempresas que registran en el Registro Único Empresarial Y Social – Rues, representan el 92% del total de las empresas (1.593.103 de 1.734.636 registradas), mientras que, los trabajadores informales constituyen el 58% de la fuerza laboral.

Por lo tanto, los empresarios grandes, medianos y pequeños, los comerciantes y los trabajadores informales (principalmente autoempleados) son quienes, mediante la cooperación social, participan del proceso de mercado para contribuir al bienestar social.

Liderazgo y espíritu empresarial

La coyuntura del país demanda un liderazgo transgresor con espíritu empresarial, enfocado en buscar y descubrir oportunidades para crear valor. Este espíritu, presente en todos los individuos (homo agens), permite que, al actuar para cumplir sus proyectos de vida, las personas contribuyan a la prosperidad general y logren beneficios sociales y económicos.

La unidad propuesta tiene como propósito superior recuperar el país y mejorarlo. Alcanzarlo demanda decisiones políticas y las transformaciones necesarias para avanzar por una senda de libertad económica y prosperidad incluyente, estableciendo un entorno libre, competitivo, productivo, con reglas de juego claras e instituciones inclusivas.

Estrategias para la acción

Incidir políticamente para lograr ese propósito requiere pasar del enfoque asistencialista y de relaciones con el poder político sustentadas únicamente en el financiamiento y apoyo de candidatos en época electoral a uno orientado hacia el relacionamiento directo con las comunidades, contribuyendo al desarrollo de capacidades y la creación de valor compartido.

Todos, incluidas las bases sociales, deben compartir el propósito de construir en conjunto, con una identidad y visión común con los empresarios. Este enfoque de cooperación social es clave para mitigar los riesgos económicos y de seguridad que plantea el actual Gobierno. Para lograrlo, es esencial comprometerse con la defensa de la libertad económica, sin intermediarios que difundan ideas contrarias al libre mercado, la riqueza, la competencia, los empresarios o la propiedad privada.

Construir legitimidad

El fomento de relaciones de confianza es crucial para evitar una deriva autoritaria que socave la democracia liberal. Esta unidad debe empoderar a los ciudadanos, para conectar con soluciones a problemas sociales complejos que requieren la participación de todos los sectores. Es esencial tender puentes en el ecosistema empresarial, establecer relaciones de empatía con la comunidad y generar espacios de diálogo y capacitación continua.

El tejido empresarial ha demostrado ser un gran creador de valor, y es su responsabilidad generar ese sentido de identidad y pertenencia con todos los actores con los que tiene relación. Esta tarea no se puede delegar a políticos, pues crea brechas innecesarias y refuerza la estigmatización del empresario como indolente y alejado de la realidad.

La importancia de tomar acción

Los colombianos hemos demostrado a lo largo de la historia la capacidad de resiliencia para salir adelante, recuperarnos y construir país. Si quienes creamos valor y queremos trabajar para salir adelante, nos unimos bajo una misma causa que es crear riqueza y bienestar para todos, lograremos un país con un tejido empresarial y social fuerte, con oportunidades para superar la pobreza y construir paz. 

Si se enfocan en ser agentes de cambio, en el Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga (ICP), seguiremos comprometidos con impulsar reformas que garanticen entornos libres y competitivos para el surgimiento empresarial y la creación de valor. 

Nuestro propósito es incidir con una agenda que fomente la libertad económica, permitiendo a individuos, familias y empresas tomar decisiones libres sobre emprender, trabajar, producir, consumir, ahorrar e invertir.

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