Por: Martha Lince – Presidenta de la junta directiva de Procaña

Cada vez más, valoro los lazos que nos unen. La unión se hace indispensable en momentos de incertidumbre como los que estamos viviendo.

La Colombia de hoy nos invita a mirar a nuestro alrededor: a los amigos, a los colegas, a los vecinos de finca, a los integrantes del gremio, para ayudarnos a entender el presente y el futuro. Nos debemos preguntar: ¿Qué estamos viviendo y hacia dónde vamos? Hoy, no cabe el individualismo que muchas veces prevaleció en épocas de bonanza y horizonte despejado.

Por eso valoramos tanto pertenecer al gremio de los agricultores de caña y estar unidos para enaltecer el rol del agricultor vallecaucano, rescatando su esfuerzo titánico para convertir terrenos hostiles en adecuados para la agricultura. 

Recordemos el aporte gigantesco de nuestro sector en la generación de empleo y cómo estas fuentes dinamizan ciudades intermedias, veredas y corregimientos, elevando los estándares de calidad de vida, en gran parte aportados por el sector cañicultor. 

Sin duda, la potente infraestructura vial del Valle del Cauca  lleva la impronta  de nuestro sector, pues esta malla ha hecho más eficiente la relación entre los cultivos y los ingenios, entre los ingenios y los mercados, entre la vivienda de los trabajadores y sus lugares de trabajo; entre las escuelas, colegios, centros de salud, parques recreacionales y quienes requieren el pronto y eficiente acceso a todos estos lugares, solucionadores de necesidades esenciales de las miles de personas que conforman la red humana de la cañicultura generando sostenibilidad social.

Nuestra activa participación ayudó a desarrollar el clúster de la caña de azúcar con la generación de energía, sucroquímica, snacks, comercio exterior, todos ellos generadores de empleos y de bienestar. 

Debemos dar a conocer el aporte enorme de la cañicultura al desarrollo humano de las regiones, porque en el campo hay futuro para todos.  Debemos convertir la agroindustria de la caña en orgullo nacional, los argumentos sobran para lograrlo y unidos lo podemos demostrar.

El reto que tenemos entre manos es muy grande y no seremos inferiores al desafío. Que esos viejos agricultores que desde hace más de un siglo hicieron grande el valle geográfico y lo adecuaron para la cañicultura, se sientan orgullosos de nuestro empuje y de la manera como enfrentamos la adversidad. 

Lo más importante que heredamos fueron los valores, hoy sostenidos desde las fincas por hombres y mujeres, que luchamos en igualdad por preservar y transferir esos principios a quienes nos seguirán como agricultores. 

Que las nuevas generaciones se inspiren en el amor por la tierra, la esperanza, la paciencia, honrando la tradición del trabajo y la pasión por el campo. 

¡Orgullosos de ser cañicultores en el valle del río Cauca!

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