En el norte y sur del Valle y norte del Cauca, donde la tierra se funde con el horizonte en un mosaico de verdes y arreboles, viven familias que han encontrado en la agricultura familiar un camino hacia la esperanza y el progreso.
“Ya no tenemos que preocuparnos por la comida, imagínese, hasta podemos vender los excedentes en el mercado o cambiarlos con los vecinos o las familias que también tienen sus huertas”, dice doña Rosa con orgullo mientras sus manos curtidas por el sol y su sonrisa cálida dan vida a su huerta que hoy, es un jardín colorido y aromático que llena su hogar, donde crecen variedades de alimentos, desde las jugosas frutas tropicales hasta las vibrantes hortalizas y verduras que alegran la mesa.
Como ella, 1.710 familias compuestas por 4.630 personas han visto su vida transformada desde ALDEAS. Las 1.640 huertas, pequeñas y aún con retos en la producción sostenible y autónoma, son fuentes de alimento directo, ingresos y orgullo.
La tierra no solo provee alimento, sino también oportunidades para transformar vidas. Con ALDEAS, 208 agricultores certificados por el SENA, han fortalecido su conocimiento en producción de bioabonos, elaboración de conservas y costos de producción, mejorando sus prácticas y agregando valor a sus productos. Además, 15 personas han alcanzado el nivel de Técnicos en Producción Agropecuaria, abriendo puertas a nuevas oportunidades laborales.
Con el apoyo de la Fundación WWB Colombia, 84 participantes han aprendido a administrar sus finanzas y 87 se han formado en emprendimiento, impulsando sus propios negocios y generando ingresos sostenibles. El acompañamiento técnico ha sido clave, con 196 escuelas de formación y 787 visitas personalizadas que garantizan asistencia técnica a la medida de cada familia, combinando la experiencia de expertos con la riqueza de los saberes ancestrales.
“A mí me gusta ALDEAS porque valora lo que sé. Nuestros abuelos nos enseñaron a cultivar la manzanilla, el toronjil y la hierbabuena y, ahora, con lo que hemos aprendido podemos producir más y mejor”, comparte doña María, una mujer indígena de la comunidad de Florida, quien camina entre los surcos de su huerta con la misma sabiduría con la que lo hacían sus abuelos. Ella ha logrado aumentar su producción de plantas medicinales y aromáticas, que le ha permitido mejorar sus ingresos y contribuir a la salud de su comunidad.
Este viaje a la esperanza no hubiera sido posible sin la articulación de 18 organizaciones, uniendo esfuerzos de empresas, fundaciones, cooperación internacional, gremios, centros de investigación y las propias comunidades.
En 2024, la Alianza ALDEAS no solo cultivó alimentos, sino que sembró las semillas de la autosuficiencia, la agregación de valor y la comercialización en las familias. Las manos y los saberes tradicionales se cruzaron y fortalecieron para aprender a crear bioinsumos en 9 biofábricas comunitarias, elaborar semilleros, conservar semillas autóctonas, identificar sistemas de riego adecuados, sembrar árboles nativos y a transformar frutas y hortalizas en ocho deliciosos productos, desde mermeladas, jugos y tortas hasta salsas.
“Antes perdíamos frutas o las rematábamos para no botarlas. Ahora, gracias a las capacitaciones del SENA, el apoyo de expertos y los equipos de Zasca, en nuestra asociación transformamos esas frutas en mermeladas que comercializamos en mercados, tiendas, panaderías y ferias. ¡Nunca imaginé tener mi propio negocio, y lo mejor es que lo hacemos juntas!”, cuenta emocionada doña Carmen, productora de mermeladas en Zarzal. Este logro es posible gracias a la alianza de la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla con el SENA e INNpulsa Colombia y la Cámara de Comercio de Cali, llevando conocimiento y herramientas a los Centros de Reindustrialización Agroindustrial Hortofrutícola – Zasca en Florida y Zarzal.
En total, las familias cultivaron 1.778 toneladas de alimentos, incluyendo una diversidad de 66 especies, entre las más destacadas: tomates, cebollas, cilantro, romero, lechugas, espinacas, habichuelas, apio, ajíes, zapallo y fríjol; otras frutas como el plátano, banano, naranjas y mango; las plantas aromáticas y medicinales también tienen su lugar en las huertas, el tomillo, toronjil, orégano, manzanilla, ruda, romero, entre otras.
La abundancia trasciende la huerta y llega a los mercados locales, donde dos asociaciones de productores campesinos comercializan sus productos frescos y transformados. Se han realizado seis espacios de venta directa, fortaleciendo la economía local y el consumo de alimentos frescos. Además, se creó una red de productores y dos de huerteros para intercambiar saberes y recursos. También se implementaron dos huertas comunitarias y 11 demostrativas, espacios clave para la capacitación y la germinación de semillas.
Más allá de los cultivos, las cosechas y alimentos producidos, también florece un puente importante: el acercamiento entre el mundo empresarial y las realidades locales. Para las empresas y los productores de caña, estas huertas se constituyen en ventanas de aprendizaje y relacionamiento con las dinámicas territoriales y realidades de las familias que cultivan sus alimentos, permitiendo conexiones genuinas y un entendimiento profundo de sus aspiraciones. No son solo proyectos o procesos sociales, son historias vivas, que se tejen con esfuerzo y resiliencia.