Por:  Carlos H Azcarate, cultivador de caña y miembro de la Junta Directiva de Procaña

Los agricultores de caña, en nuestra región, nos hacemos con frecuencia esta pregunta ¿Cuál es la mejor edad de cosecha? La preocupación es mayor hoy, cuando Cenicaña nos entrega variedades que naturalmente maduran después de los 13,5 meses, que debería ser su edad optima de cosecha, pero observamos que los ingenios, presionados por la disminución de la productividad en el campo, se ven obligados a cosechar más temprano, con las correspondientes disminuciones de TCH y TAH pues, además, presionan la concentración de azúcar con el uso de maduradores.

No obstante, si solamente analizamos el aspecto financiero, estaríamos siendo muy limitados, pues el asunto, para la agroindustria en general, del valle del cauca, es mucho más complejo.

Esto se explica porque aquí, en nuestra región, nos podemos dar el lujo de cosechar casi todos los meses del año, es decir sin “zafra” (como se llama el período de tiempo en el cual se efectúa la cosecha, en otras latitudes y en casi todos los países productores de caña diferentes al nuestro).

Ello exige que, en esas regiones, se beneficie toda la caña en la misma época, pues solo se puede cortar en invierno, cuando no hay lluvias y las temperaturas son bajas. Son ventanas de tiempo que oscilan entre los 120 y 180 días.

Las variedades que se siembran, han sido diseñadas por los mejoradores, para que sean relativamente tempranas. Su ciclo vegetativo es identificado para esas variedades determina que su madurez sea diferente.  En esos países, la época de lluvias, que es en el verano, corresponde al período en que todas las cañas están en crecimiento, por lo tanto, no hay déficit hídrico y entonces, no se riega.

Sus cañales ofrecen producciones (en caña, TCH y en términos de azúcar TAH) muy inferiores a las que se pueden obtener en nuestro valle del río Cauca.

En esas latitudes, si se puede y se debe cosechar la caña en ciclos anuales (cada 12 meses), pero ello exige varias condiciones. La primera y más importante, es que los ingenios deben hacer muchísimas más inversiones en infraestructura que las que hacen actualmente aquí.

Para producir la misma cantidad de azúcar que en cualquier otro país, en el valle del río Cauca, en Colombia, los Ingenios, han tenido la inmensa oportunidad de tener plantas fabriles para el proceso de molienda y equipos de acopio, proporcionalmente más pequeños y en plena utilización en comparación con los que se requieren en otras industrias cañeras del mundo. Al no tener que parar tanto tiempo, el lucro cesante de esos activos es mínimo, lo que representa una ventaja muy grande que disminuye los costos de molienda de nuestros ingenios, en comparación con los de otros países.

Aunque cosechar todo el año implica que los cultivadores tengamos que soportar el costo del deterioro del campo cuando el corte no coincide con una época seca y que debamos regar cuando el cultivo lo requiere porque no hay lluvias, tenemos, por las condiciones de contratación pactadas, la garantía de la cosecha y la participación en los precios de casi todos los productos finales derivados. Podemos suministrarles a las fábricas de caña muchos meses al año y es por estas razones, que el pago por la caña en nuestra región, comparándolo con lo que le pagan a los cañeros en cualquier otra parte, tiene un mejor precio. Ese es un beneficio que solo se logra cortando la caña cuando está fisiológicamente madura, y no es a los 12 meses.

Imaginemos este escenario: Hoy se siembran 240.000 hectáreas de caña y si se pretenden cosechar cada 12 meses, trataríamos de cortarlas cuando en nuestra región, tengamos los meses con mayor rendimiento histórico (después de la época seca de julio y agosto, que es cuando la caña naturalmente madura y tendría la mayor concentración de azúcar). Ello exigiría una inmensa inversión a los ingenios para hacer el acopio, la molienda de la caña, la elaboración, el almacenamiento y la comercialización del azúcar, el alcohol y otros derivados.  Probablemente, haría inviable el pago actual por la materia prima, invitaría a la reducción del área sembrada y desarticularía la estabilidad laboral y la existencia de la inmensa red de servicios que hoy se da en el entorno de nuestras ciudades directamente vinculadas al negocio de la caña.

Así pues, si, aunque desde el punto de vista financiero, para el agricultor parecería mejor cortar a los 12 meses, al tener en cuenta las demás variables observadas anteriormente, descubrimos la realidad de nuestro negocio: es inviable cosechar toda el área en la misma época.

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